Llegó el momento. Y es que teniendo un blog
dedicado a las mamis y a los bebés, ¿Cómo iba a librarme de contar mi parto?
Todos los partos tienen ese toque de magia,
ese momento especial en el que ves por primera vez a tu bebé, el verdadero amor
de tu vida. El mío no fue diferente, para mí podría haber sido de otra manera.
De hecho no fue el parto que imaginaba, aunque supongo que para nadie lo es.
Semana 37 de embarazo. Durante la recta final
del embarazo he estado levantándome unas 6 o 7 veces cada noche, las que hayáis
pasado por eso sabéis lo coñazo que es...
Y esta noche es igual. 05:45 de la mañana (aprox.),
tengo muchas ganas, me levanto corriendo, y en mitad del pasillo noto que me he
hecho pis encima... Buf!, no he llegado, que mal. Hacía muchos años que no me
lo hacía encima.
Llego al wc, enciendo la luz y me dispongo a
cambiarme, pero de pronto se me enciende la bombilla... Sigo goteando, y ahí ya
me "mosqueo", a ver si he roto aguas y no es pis.
Creo que me quedé unos 5 o 6 minutos
mirándome la tripa en el espejo, acariciándola, sabiendo que mi bebé había
decidido adelantarse a la fecha prevista y salir ya a conocernos.
Con un ladrido de la perra volví a la tierra, me duché tranquila, saboreando el
momento, imaginándome cómo sería su carita. En ese momento sentía que tenía el
corazón enooorme, con mucho amor para entregarle, el amor que había acumulado
durante tanto tiempo, y era sólo para mi bebé.
Salí de la ducha, me vestí, seguía saliendo
líquido amniótico, poco, pero seguía. La verdad es que cuándo en las clases de
preparación al parto nos hablaban de "Romper Aguas", me lo imaginaba
como en las películas, un gran charco cayendo de repente por las piernas de la
madre. Y en mi caso no fue así, salía despacio, en cada movimiento de mi
pelvis.
Preparé el desayuno, tostadas, café y zumo.
Lo dejé bien presentado, sobre la mesa del salón. Revisé la bolsa que tenía que
llevar al hospital y volví a recontar los bodys, patucos y pañales que llevaba
para el bebé. Me sentía tranquila, en un momento zen. Respiré hondo y entré en
la habitación, donde el #buenmarido seguía durmiendo. Me acerqué despacio, me
senté a su lado y lo acaricié. Respondió con un gesto de "déjame dormir un
poquito más", volví a tocarle y le dije "Cariño, he roto aguas".
Se sentó de golpe en la cama, con los ojos
como platos. Nos miramos y supimos que ese sería el gran día.
Él estaba algo más nervioso. Yo le propuse
desayunar tranquilos, pero le parecía que no era el momento de comer nada
aunque al final se sentó y picó.
Avisamos a mis padres y hermana, para que
supiesen que íbamos para el hospital.
Yo seguía bastante entera, tenía algún
dolorcito, pero nada exagerado ni como para ponerse a gritar (volvía a creer
que pasaría como en las películas, que al momento te daban unos dolores de
muerte).
Llegamos al hospital, llamaron a la matrona
que estaba de guardia, cosa que pareció no hacerle mucha gracia por la cara que
puso al llegar.
"Amablemente" me examinó, y me dijo
que nanai, que no estaba nada dilatada y que íba para rato. No importaba, no
teníamos ni prisa ni nada mejor que hacer que traer a nuestro hijo al mundo.
Las siguientes horas en paritorio fueron
lentas, empezaron los dolores, no me sentía cómoda de ninguna manera, me senté
en la fit ball, pero seguía saliendo el líquido y me resultaba desagradable
estar manchándolo todo.
Me centré en mi cuerpo, en mi bebé, en que se
abría paso a través de mí, en cada contracción lo sentía fuerte, poderoso, con
ganas de venir al mundo. No quería saber nada de mi alrededor, sólo cerrar los
ojos y ayudar a mi pequeño en el vaivén de su viaje.
Cuándo tuve unos segundos de descanso los
abrí, vi a mi pareja en frente, caminando nervioso alrededor del paritorio y
mirándome con cara de "dime qué hacer para ayudarte". Fue entonces
cuándo vi que me habían puesto un gotero.
En cuánto volvió a entrar la matrona le
pregunté qué era eso... "Oxitocina, lo que ahora necesitas", se
aventuró a decirme. Ahí quedó claro que nadie se había leído mi plan de parto,
que no había servido de nada redactarlo y entregarlo. No sólo no quería
oxitocina, había muchas otras cosas que no quería dejar en el tintero y que
pensé que era importante señalar. Aunque había aleccionado bien a mi buen
marido durante los últimos meses, tampoco él se dio cuenta de que me habían
puesto el gotero.
No quise alterarme, no era el momento. Seguí
concentrada, acompañando a mi útero en cada envestida.
En todas las visitas de la matrona, me hacía
un tacto, para comprobar lo que había dilatado, y en todas ellas me decía lo
mismo, que seguía verde y que todavía faltaba mucho. A pesar de eso, yo notaba
al bebé con mucha fuerza, queriendo salir.
Continua aquí... (como comprenderéis, estaba quedando un post larguísimo)
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